22 diciembre, 2017

​ Encontrar al Divino IV

Esa otra vía consiste en la concentración en la cabeza, en el centro mental. Ello, si lleva aparejado el silencio de la mente superficial, produce en el interior la apertura de una mente íntima, más amplia, más profunda, más capaz de recibir la experiencia y el conocimiento espirituales. Pero una vez concentrado aquí uno debe abrir la silenciosa consciencia mental hacia arriba a todo aquello que está más allá de la mente. Pasado un tiempo uno siente elevarse la consciencia y finalmente ir más allá de la cubierta que durante tanto tiempo la ha tenido sujeta al cuerpo y encuentra un centro por encima de la cabeza en donde es liberada en el interior del Infinito. Allí comienza a entrar en contacto con el Yo universal, la Paz, la Luz, el Poder, el Conocimiento, el Gozo divinos, a entrar dentro de ello y a convertirse en ello, a sentir el descenso de esas cosas al interior de la naturaleza. Concentrarse en la cabeza con la aspiración a la quietud en la mente y a la realización del Yo y del Divino en lo alto es la segunda vía de concentración. Es importante, sin embargo, recordar que la concentración de la consciencia en la cabeza es tan sólo una preparación para su elevación al centro que está por encima; de otra forma, uno puede quedar encerrado en su propia mente y sus experiencias o en el mejor de los casos alcanzar únicamente un reflejo de la Verdad superior en lugar de introducirse dentro de la trascendencia espiritual para vivir allí. Para algunos es más fácil la concentración en la mente, para otros la concentración en el centro del corazón; algunos son capaces de practicar ambas alternativamente –pero lo más deseable, si uno puede hacerlo, es comenzar por el centro cardiaco.
(continuará)
Sri Aurobindo. Cartas sobre el yoga.

11 diciembre, 2017

Libro V: El Libro del Amor. Canto III: Satyavan y Savitri, 402

Por un momento permaneció silenciosa como escuchando aún su voz,
reticente a romper el encanto, luego lentamente habló.

Ensimismada contestó, "Soy Savitri,
princesa de Madra. ¿Quién eres tú? ¿Qué nombre
musical de la tierra te expresa ante los hombres?
¿Qué tronco de Reyes regado por afortunadas corrientes
ha florecido por fin sobre una feliz rama?
¿Por qué moras en el bosque sin sendas
lejos de las hazañas que tu gloriosa juventud demanda,
rodeado de anacoretas y de las progenies salvajes de la tierra,
en donde a solas con tu yo testigo paseas
en la verde inhumana soledad de la Naturaleza
rodeado por enormes silencios
y por el ciego murmullo de primigenias calmas?"

Y Satyavan contestó a Savitri:
"En los días en los que todavía sus ojos miraban claro a la vida,
quien fuera el rey Dyumatsena, el Shalwa, reinaba
en toda la amplitud que desde detrás de esas cimas
[que pasan sus días de esmeralda deleite
en confiada conversación con los vientos viajeros]
se extiende, mirando vuelta hacia los cielos del Sur,
y tiende su flanco sobre las meditativas colinas.

Mas el Hado ecuánime retiró su protectora mano.
 
Una noche en vida cercó las duras sendas del hombre
los brillantes dioses del cielo reclamaron sus descuidados dones,
tomaron de vac
​í
os ojos su alegre y amigable rayo

y apartaron a la incierta divinidad de su lado.
 
Desterrado del imperio de la luz exterior,
perdida la camaradería de los hombres que ven,
permanece en dos soledades, la interior
y la del solemne susurro de los bosques.

El poema íntegro en español puede ser descargado en la página web Savitri de Sri Aurobindo.
Quienes deseen disponer únicamente del texto del presente Canto III: Satyavan y Savitri, pueden descargar la Parte Segunda, Libros IV a VIII, e imprimir las páginas 400 a 412.

01 diciembre, 2017

​Encontrar al Divino III

Me preguntas la disciplina que habría que seguir para convertir la búsqueda mental en una viva experiencia espiritual. Lo que resulta necesario en primer término es practicar la concentración de tu consciencia en tu interior. La mente humana ordinaria tiene, en su superficie, una actividad que vela el verdadero Yo. Pero existe otra, una oculta consciencia interior tras la superficie, en la cual podemos llegar a ser conscientes del verdadero Yo y de una verdad más vasta y más profunda de la naturaleza, realizar el Yo y liberar y transformar la naturaleza. El objeto de esta concentración es aquietar la mente de superficie y comenzar a vivir en el interior. De esta verdadera consciencia diferente de la superficial existen dos centros principales, uno en el corazón (no el corazón físico, sino el centro cardiaco en mitad del pecho), otro en la cabeza. La concentración en el corazón abre el interior y siguiendo esta apertura interior y yendo más profundo uno se vuelve consciente del alma o ser psíquico, el elemento divino en el individuo. Este ser desvelado comienza a manifestarse, a regir la naturaleza, a hacer que ésta y todos sus movimientos se vuelvan hacia la Verdad, hacia el Divino, y a hacer llegar hasta ella todo lo que está por encima. Trae consigo la consciencia de la Presencia, la dedicación del ser a Lo Más Alto e invita al descenso a nuestra naturaleza de unas Fuerza y Consciencia mayores que están aguardando por encima de nosotros. Concentrarse en el centro del corazón haciendo ofrenda de uno mismo al Divino y aspirando a esta apertura interior y a la Presencia en el corazón constituye la primera vía y, si puede hacerse, el comienzo natural; puesto que su resultado una vez obtenido hace la senda espiritual mucho más fácil y segura que si uno comienza por la otra vía.
(continuará)
Sri Aurobindo. Cartas sobre el yoga.